LA VALENTÍA DE MARÍA💓

Queridos oyentes de Radio María, es un gustazo andar entre ustedes. Soy el padre Juan José (Juanchi me dicen) de la Diócesis de San Miguel y me invitaron a compartir unas palabras sobre la valentía de nuestra Madre, de la Virgen.

Pensaba, como hace poco celebramos Pentecostés, que lo primero era señalar que esa valentía de la Virgen  es una valentía con Espíritu, llena del Espíritu. Todo en ella es gracia. Es una valentía que es profundamente humana porque al mismo tiempo es todo regalo de Dios y en todo caso lo que hace la Virgen es abrirse, hospedar, gestar ese regalo. Regalo que la Virgen ha sabido recibir y que es mucho más entonces que una disposición natural del carácter, mucho más que el esfuerzo de sobreponerse a las dificultades, mucho más que la fuerza de la propia voluntad, digamos así, que va para adelante. Podríamos decir que María dice “hágase en mí según tu valentía”, y no “voy a hacerme valiente”.

Si uno quiere encontrar el tono, el color de esta valentía, yo diría que es una valentía que tiene dos características: Una valentía  que sabe hospedar y una valentía que sabe gestar.

La valentía de secundar al  Espíritu, de seguirlo, de hospedar la Palabra de Dios como semilla y dejar de obre  en ella sin poder controlarlo todo. Nosotros nos acordamos de ese Evangelio que dice que la semilla crece ya sea que el sembrador esté despierto o esté dormido, o sea, más allá de lo que puede incluso ‘pispear’ aquel que siembra. Bueno en María lo mismo, la obra de Dios, la semilla, la Palabra se siembra en ella y, sin poder controlarlo todo,  ella la hospeda y la va gestando.

Es la valentía, si se me permite la expresión, de quien se anima a “crear con Dios” en el tiempo.  Y ¿Qué crea María?  María crea la imagen nueva de Dios para el mundo y una humanidad nueva para Dios. Por un lado nos regala, tejiéndole al Verbo ese saquito de carne, una imagen de un Dios cercano, próximo… Nos regala el Emmanuel, el “Dios con nosotros”, como diría Pablo, “el Dios de todo consuelo y misericordia”. Hospeda sin poder controlar y gesta en el tiempo una imagen nueva de Dios para los hombres. Y también, le regala a Dios el rostro nuevo del hombre,  el hombre nuevo que es Jesús, en quien nosotros,  al revés  (como decíamos antes “Dios con nosotros”) en quién nosotros somos un “nosotros con Dios”: Somos su cuerpo, somos sus miembros. También, esa novedad es la novedad de nuestro rostro.

Esta valentía de quien hospeda, de quien gesta, de quien crea con Dios, tiene algunas características que quisiera subrayar. Si ponemos la luz del hospedar, digamos, si miramos esta valentía con la primera palabrita (hospedar) aparece la renuncia a la propia seguridad, a la paz protegida, a una intimidad sin sobresaltos. Como cuando uno hospeda a alguien, siempre tiene que correrse, moverse. No puede controlarlo todo. Si es un desconocido también se juega, digamos, no tiene toda la seguridad y si es un conocido tampoco porque no sabe cómo va a transitar esos días en casa, pero se juega, se abre. Es la valentía  de quien hospeda. María tiene una gran capacidad de hospedar toda la realidad en su propio corazón: La alegría de Dios y también la tristeza de Dios (en la cruz también la vamos a ver hospedando a un Dios que sufre).

Si Ponemos la valentía a la luz del gestar, me parece que tiene que ver con asumir que el tiempo es de Dios. Es valiente porque María no quiere controlar el curso de lo que se va conmoviendo en ella, como en toda embarazada, iba tomando una forma definitiva. No pretende ser dueña exclusiva del futuro, de sus modos y de sus tiempos. Tiene la valentía de quien sabe esperar, porque sabe que esperar no es una pérdida de tiempo, que es todo lo contrario: Es reconocer el propio tiempo y el tiempo de Dios y hacer que ese tiempo sea un tiempo necesario para ser, para que la realidad se llene de sentido, para que la realidad madure.

Bueno, todo esto no es quedarse en una quietud como quien se aparta del mundo, todo lo contrario. María es una creatura que está profundamente enamorada de la normalidad. Su amor es tan autentico que tiene siempre eso de moverse en el perímetro, como dice algún autor, en el “perímetro de lo cotidiano”: hacer calladamente la comida, cargar el agua y la leña, estar juntos cuando ya no se tiene nada nuevo que decir. Por ejemplo, se enseña la valentía de lo escondido, de la entrega silenciosa y cotidiana. En Nazaret -dice Martín Descalzo-  no se vive una locura de amor, sino que se  vive el denso, callado, lento, cotidiano, oscuro y luminoso, el enorme amor construido de infinitos pequeños minutos de cariño. Por eso en María, la Palabra de Dios se hace carne, porque María le da concreción a todo lo bueno que recibe de Dios: Hospeda, gesta y da algo nuevo.

Bueno, yo pensaba que podríamos decir que la valentía de María es la bondad quien renuncia a toda dureza y jamás dice una verdad hiriendo. La valentía de quien no coquetea con el mal pero lo hace cantando engrandeciendo al Señor, con alegría, no solamente ara el campo y quita el mal de su vida, sino que lo siembra de vida y de alegría para ella y para los demás. La valentía de quien ha encontrado su sitio y cree en el imposible (siempre posible para Dios), de que la salvación pueda pasar por algo tan pequeño como su amor cotidiano. La valentía de quien reza con los ojos abiertos y ve, ve a unos novios que les anda faltando el vino, ve a una anciana parturienta (a su prima Isabel), ve a unos discípulos que no acaban de creer en el anuncio de la resurrección... Tiene que ver con esa mística de ojos abiertos que el Señor nos va a pedir al final (“tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber…”), María tiene la valentía de quien sabe ver.

Bueno, creo que en esta pandemia que nos toca vivir, la valentía de María  nos ayuda un montón, porque lo pequeño de cada día nos dice que podemos gestar una imagen nueva de Dios para el mundo, un Dios próximo,  un Dios cercano, y que también nosotros podemos salir como humanidad nueva si nos atrevemos a dejarnos contener por lo que nos toca cada día y hacerlo con mucho amor. Creo que esa es la valentía de la Virgen, una valentía llena del Espíritu que como sombra se posó e hizo que Dios se hiciera cercano y una valentía llena del Espíritu que consuela a otros para que se animen trasuntar la alegría de que Dios ha resucitado a Jesús y que este ha vencido a la muerte.

Un abrazo grande.                                             

Audio del padre Juan José Esteves (o Juanchi) para los oyentes de Radio María, 8 de junio de 2021.






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