La levadura y el grano de mostaza

EVANGELIO:

Mateo 13, 32-35: el grano de mostaza y la levadura

Jesús propuso a la gente otra parábola:

«El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas.»

 Después les dijo esta otra parábola:

«El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa.»

Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:

"Hablaré en parábolas,

anunciaré cosas que estaban ocultas

desde la creación del mundo".

Palabra del Señor.


REFLEXIÓN:

En lectura del Evangelio de hoy, Jesús nos presenta dos parábolas. En la primera, el Señor utiliza la imagen del grano de mostaza que, si bien es la más pequeña de todas las semillas, está llena de vida y es capaz de germinar hasta ser la más grande de todas las hortalizas y convertirse en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas. Así también se va desarrollando el Reino de Dios que, a los ojos del mundo, parece destinado a la derrota; sin embargo, su victoria es segura. De esta manera, el Señor nos lleva a considerar la pequeñez del inicio del Reino de Dios, su crecimiento oculto y la grandeza y multiplicidad de sus frutos, que se da de una manera silenciosa y humilde, pero fecunda y llena de vida. 

En la segunda parábola, el Señor nos presenta a una mujer que coloca un poco de levadura en una masa grande de harina. En consecuencia, toda la masa cambia: queda fermentada. Exactamente lo mismo ocurre con el Reino de Dios. La levadura trabaja interior e invisiblemente. Es la levadura puesta en el corazón y simboliza la misión del cristianismo en el mundo. En la medida en que el Reino se va extendiendo, sus miembros cambian -se “fermentan” podríamos decir- aunque aparentemente sigan igual, las actitudes y valores se tornan evangélicos y la vida empieza a ser más humana, más fraterna, más solidaria. 

Además, estas dos parábolas nos dejan una enseñanza: "el Reino de Dios requiere nuestra colaboración, pero es, sobre todo, iniciativa y don del Señor.  Nuestra débil obra, aparentemente pequeña frente a la complejidad de los problemas del mundo, si se la coloca en la obra de Dios no tiene miedo de las dificultades" (Papa Francisco). Por ejemplo, si contemplamos la vida de san Francisco de Asís, vemos cómo Dios realiza una gran obra a través de ese "pequeño instrumento" solo porque este le confío su pequeña obra. En suma, no nos preocupemos si sólo somos una semilla o una levadura diminuta, pongamos todo lo que somos en el Corazón del Señor y un día veremos que nuestras obras aquí en la tierra no fueron en vano. Confiemos en la Divina Providencia.

Entonces, "así es el reino de Dios: una realidad humanamente pequeña, compuesta por los pobres de corazón, por los que no confían sólo en su propia fuerza, sino en la del amor de Dios, por quienes no son importantes a los ojos del mundo; y, sin embargo, precisamente a través de ellos irrumpe la fuerza de Cristo y transforma aquello que es aparentemente insignificante" (Papa Benedicto XVI). Es así, como el Señor transforma lo que es pequeño y modesto en una realidad que hace fermentar a toda la masa del mundo y de la historia.

En definitiva, las dos parábolas nos demuestran que la victoria del Señor es segura: su amor hará brotar cada semilla y hará fermentar cada levadura de bien presente en la tierra. Esto nos abre a la confianza y a la esperanza, a pesar de los dramas, las injusticias y los sufrimientos que encontramos; porque el Reino crece a través del amor misericordioso de Dios.

Que el Espíritu Santo nos ayude a confiar siempre en que el Reino de Dios crece aunque no lo parezca. Que tengan todos un buen día.

Lucas M. Perez, 26 de julio del 2021



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