Solo tenemos cinco panes y dos pescados🍞🐟

EVANGELIO: 

Juan 6, 1-15: Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados

Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: «¿Dónde compraremos pan para darles de comer?»

Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.

Felipe le respondió: «Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan».

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿Qué es esto para tanta gente?»

Jesús le respondió: «Háganlos sentar».

Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.

Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada».

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.

Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: «Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo».

Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

Palabra del Señor.


REFLEXIÓN:

La lectura del Evangelio de hoy, cuenta que un niño se presentó ante el Señor ofreciendo lo poquito que tenía: cinco panes de cebada y dos pescados. Sin embargo, a ese poquito Jesús lo multiplicó para alimentar a toda una multitud hasta saciarse, y posteriormente, se llenaron doce canastas con lo que sobró. Podemos ver, entonces, como lo poco se transformó en mucho cuando se lo puso en las manos del Señor.

También en lo cotidiano, cuando se trata de ayudar a los demás, muchas veces tenemos nuestros cinco panes y dos peces. Sin duda, son una representación de los talentos que Dios nos ha regalado. No obstante, sólo en la medida en que los compartimos generosamente con nuestros hermanos, producen fruto abundante. Si los guardamos para nosotros mismos, pueden echarse a perder. Hay que recordar, que el milagro de la multiplicación de los panes, en donde el Maestro le da de comer a toda la muchedumbre, comienza cuando aquel muchacho cede generosamente sus cinco panes y dos peces.

Por lo tanto, leyendo este texto y pasándolo por nuestro corazón, podemos ver que el Señor quiere todo de nosotros, aunque ese todo no sea tanto. Cuando cada uno se ofrece, es decir, cuando no solo ofrece algo, sino que ofrece todo lo que es, el Señor lo multiplica y lo hace fuente de bendición para los demás. Se trata de generosidad y entrega, de entregarse y entregarse de corazón... Como Jesús se entregó generosamente en los panes multiplicados y como se entrega generosamente hoy en día en la Eucaristía.

Para terminar, comparto esta oración de San Ignacio de Loyola:


Tomad, Señor, y recibid

toda mi libertad,

mi memoria,

mi entendimiento,

y toda mi voluntad,

todo mi haber y mi poseer;

Vos me disteis,

A Vos, Señor, lo torno.

Todo es vuestro,

disponed todo a vuestra voluntad;

dadme vuestro amor y gracia,

que con ésta me basta.


Lucas M. Perez, 25 de julio del 2021




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