JESÚS Y EL RELIEVE⛰️

EVANGELIO:

Lucas 6, 12-19: Jesús ora toda la noche en la montaña, elige a los doce y atiende a la multitud en la llanura

Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: 

Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. 

Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. 

 Palabra del Señor.


REFLEXIÓN:

La lectura del Evangelio habla de temas importantes; particularmente, nos cuenta que de entre sus discípulos Jesús eligió a doce personas imperfectas para que sean sus apóstoles. El término apóstol significa enviado, enviado a difundir por todas partes la Palabra de Dios. De la misma manera, en la actualidad, el Señor sigue eligiendo, enviando  y  encomendando grandes misiones a personas imperfectas, porque no elige a los más capacitados, sino que capacita a los que elige. 

Además, el Evangelio también habla de aquella cercanía de Jesús con quiénes sufrían de alguna dolencia —tanto física cómo espiritual— y que gracias a esa cercanía todos quedaban curados, «porque salía de él una fuerza que sanaba a todos» (Lc. 6, 19). Igualmente, en estos tiempos el Señor se sigue haciendo cercano ¿Cómo? A través de muchas formas; por ejemplo, Jesús se hace cercano por medio de los sacramentos, principalmente de la Eucaristía, «fuente y culmen de toda la vida cristiana» (CIC); se hace cercano por medio de su Palabra; se hace cercano a través de los jóvenes misioneros que dan testimonio de su vida y de su abrazo, y llevan casa por casa, un mensaje de fe y de esperanza;  o también, podemos sentir su cercanía en aquellos pequeños (pero grandes) gestos de nuestro día a día: un abrazo, una mirada, un "hola ¿Cómo estás?", un "vení, sentate con nosotros", un mensajito.

En la misma línea, otra forma de sentir la cercanía del Señor —y acá es donde más quiero detenerme— es por medio de la oración; es decir, a través de esos diálogos, de esos encuentros cara a cara (y la mayoría de las veces silenciosos), en donde se da una charla "como de un amigo a un amigo", en donde el mismo Jesús nos escucha y esa escucha que siempre está disponible, es también otra de las maneras en las Él que se hace cercano. 

Ahora bien, ¿Cómo podría ser nuestra oración? Un lindo ejemplo nos da Jesús mediante el relieve, y cuando hablamos de relieve estamos haciendo referencia a las estructuras que conforman la superficie terrestre, por ejemplo, la montaña, la llanura o la meseta. Si leemos detalladamente el Evangelio, podremos notar que aparecen dos tipos de relieve: la montaña primero (Lc. 6, 12), y la llanura después (Lc. 6, 17).

En efecto, el evangelista san Lucas nos narra que antes de tomar una decisión difícil, antes de elegir a los doce apóstoles que serán los pilares de la Iglesia naciente, Jesús subió primero a la montaña y se la pasó orando a Dios Padre. Podríamos decir, entonces, que en aquel tiempo Jesús subió a la montaña y se "desconectó" del mundo para poder  "conectarse" mejor con Dios. Sin embargo, luego de haber elegido a los doce, el Señor bajó con ellos a la llanura para atender a la muchedumbre. Dicho de otro modo, Jesús no se quedó aislado en la montaña, sino que por medio de la oración, tomó fuerzas para luego bajar con los recién elegidos  al llano y atender a la multitud que había venido «para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades» (Lc. 6,18). En síntesis, el Señor luego de orar no se quedó quieto, sino que se puso a servir.

De la misma manera podrían ser nuestros momentos de oración: para escuchar la voz de Dios, para agradecer, antes de tomar decisiones difíciles o encarar situaciones complejas, debemos subir a la montaña para orar, encontrarnos cara a cara con Jesús, sentir su cercanía y cargarnos de fuerzas para luego bajar a la llanura y ponernos a servir, a misionar, y así, afrontar todas las situaciones de la vida. Pero ¿Cuál es la montaña en donde puedo tener mis momentos de oración? La montaña de cada uno de nosotros es aquel lugar (o momento) en donde podemos hacer silencio, y como Jesús, "desconectarnos" un rato del mundo para "conectarnos" con Dios. Puede ser la parroquia o capilla del barrio, la adoración al Santísimo, tu habitación o el patio de tu casa, y no nos olvidemos, también, de la celebración de la Eucaristía (la Misa). Quizás, algunos tengamos más de una montaña en donde tener nuestros momentos de oración y en dónde tomar fuerzas para luego bajar a la llanura. 

De igual forma, surge otro interrogante: ¿Cómo bajamos a la llanura? Bajamos a la llanura a través del servicio, guiados por el Espíritu Santo y cumpliendo la misión que el Señor nos encomendó personalmente a cada uno. Por lo tanto, bajar a la llanura es dar una mano en casa, ayudar a los hermanos que están enfermos, socorrer a los más necesitados, visitar a los abuelos que están solos, cooperar en nuestra comunidad y compartir con los demás la alegría del Evangelio. Bajar a la llanura es servir y brindar amor, es hacerse cercano como lo hizo Jesús con la muchedumbre después de orarle toda la noche al Padre en la montaña, y que todas las personas que nos rodean sientan su cercanía a través de la nuestra.

En definitiva,  la oración es una ocasión para echar una mirada serena a nuestra vida y a todas las circunstancias que la rodean. Por lo dicho anteriormente, invoquemos al Espíritu Santo y pidámosle que nos enseñe a orar como se debe y a confiar en nuestra oración porque el mismo Jesús nos dice «pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá» (Mt 7,7). Aprovechemos, también, y hagámosle caso a la Virgen de los Pobres, que en una de sus apariciones a la pequeña Mariette nos pide que recemos mucho. 

Que tengan un buen día.


Lucas M. Perez
13 de enero del 2022
Ciudad de Santa Fe, Prov. de Santa Fe, Argentina

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